TEORÍA

LA ARQUITECTURA ROMÁNICA.
Las realizaciones de la arquitectura románica son numerosas en casi toda Europa y presentan una gran variedad de soluciones particulares y regionales. Hay una serie de características que permiten reconocer el estilo:
1.    La necesidad de resolver el problema técnico central, en torno al cual gira todo el proyecto y la construcción del edificio románico: la cobertura del espacio mediante bóvedas[1], es decir, con estructuras curvas de piedra.
2.    Hay una concepción estética que genera construcciones articuladas y macizas, con unas rasantes que penetran por escasas y estrechas aberturas que crean fuertes efectos de claroscuro.
3.    El establecimiento de una jerarquía entre las artes, que hace de la arquitectura la dominante, a la que se subordinan la escultura, la pintura y el mosaico.
2.1. LOS ELEMENTOS ARQUITECTÓNICOS
El elemento estructural básico, sobre el que gira todo el sistema constructivo de modo formal y coherente, es la Bóveda. Una bóveda es una suma de arcos: una superficie curva que transmite el peso desde su parte más alta a la más baja, haciéndole seguir su propia curva. Los bloques de piedra que la forman permanecen en equilibrio, recibiendo cada uno el empuje del bloque superior y transmitiéndolo al inferior. Los empujes de la bóveda descargan sobre los apoyos, columnas o pilares, que a su vez reciben un empuje lateral que tiende a desplazarlos al exterior. La bóveda debe estar integrada en una estructura capaz de absorber los empujes que provoca: naves laterales con bóvedas, contrarrestan a la central y enormes contrafuertes en el exterior.
Se emplean varios tipos de bóveda: La más simple, bóveda de cañón, formada por la sucesión de arcos de medio punto. La típica bóveda románica es la de arista, conocida ya por los romanos, formada mediante el cruce de dos cañones, que genera un espacio cuadrado o rectangular delimitado por cuatro arcos, apoyados en columnas o pilares. Si unimos los soportes [columnas o pilares] trazando dos nuevos arcos en diagonal, queda formada la nueva bóveda de crucería. La bóveda de arista tiene la ventaja de que puede multiplicarse en todas direcciones, simplemente ensanchando los pilares para que pueda servir de punto de apoyo a otros cuatro ángulos de bóveda. Tenemos, pues, una bóveda con sus cuatro soportes que definen un espacio, un tramo, otro de los grandes conceptos de la arquitectura románica, ya que se puede combinar en todas direcciones para generar y estructurar todo el organismo del edificio, es una especie de módulo de toda construcción románica.
Los arcos, son de medio punto y con frecuencia doblados (arco de refuerzo), decorados con molduras de sección curva, llamadas arquivoltas.
Otra innovación fue el pilar en forma de cruz: el pilar cruciforme; que se irá enriqueciendo con columnas adosadas, respondiendo a la complicación creciente de arcos y bóvedas, hasta desembocar en el futuro pilar gótico.
La columna sigue como soporte o como elemento decorativo, en ella se olvidan las proporciones clásicas entre diámetro y altura. Generalmente, se alzan sobre basa y plinto y su fuste puede ser liso, estriado, en zig-zag, o cubierto con decoración vegetal. La figura humana aparece adosada a la columna y no sustituyendo al fuste, como en época clásica. En los capiteles[2] desaparecen los órdenes clásicos. Sólo los de decoración vegetal recuerdan al corintio, pero poco a poco se complican hasta crear un enrejado de formas que se alejan cada vez más del modelo clásico.
La gran aportación es el capitel historiado que responde al sentido didáctico y evangelizador de la Iglesia, por lo que decora con temas del Antiguo y del Nuevo Testamento, fábulas y oficios, generalmente relacionados con la construcción.
2.2. LOS EDIFICIOS ROMÁNICOS
En Europa en la Alta Edad Media, la Iglesia es la organización más rica, culta y poderosa. Las iglesias son los edificios donde la arquitectura románica halla su plena realización. Otro tipo de construcción, vinculado a la Iglesia que alcanza su máximo desarrollo en este período, es el monasterio, que se convierte en núcleo económico y cultural.
2.2.1. El templo románico
Los constructores románicos emplearon la planta basilical para las iglesias [no sobresale el crucero] y la de cruz latina [principalmente] formada por una o varias naves longitudinales (3 ó 5), que terminan en capillas semicirculares o ábsides, y una transversal o crucero, todas formadas por la unión de tramos o módulos iguales. La necesidad de contrarrestar los empujes laterales en el cuerpo del edificio, se resuelve uniendo un tramo a otro, pero queda el problema de la terminación: cabecera, pies o fachada y fachadas laterales.
Para resolver el problema de la cabecera, las naves se terminan en capillas semicirculares llamadas ábsides[3], que por su forma contrarrestan los empujes de la estructura abovedada. La fachada está formada generalmente por un muro liso en que se abren las puertas de acceso al edificio. El muro no basta para sostener el empuje de la cubierta, por lo que ensayan múltiples soluciones. La más simple es engrosar el muro; otra más refinada y más difundida es usar grandes contrafuertes[4] en los puntos donde normalmente se colocarían los pilares, si fuera un tramo normal. Contrafuertes o estribos que, con su espesor, resisten el empuje que ejerce el tramo terminal. Estos contrafuertes, visibles en el exterior, indican las divisiones internas de la iglesia, es decir, el número de naves. En otros casos utilizan torres adosadas a la fachada y pórticos, que llegarán a convertirse en elementos estéticos de primer orden.
Las soluciones en los lados son: engrosar el muro o adosar grandes pilares como en la fachada, cuando la iglesia es de una sola nave (excepción en la arquitectura románica). En las de 3 ó 5 naves el empuje de las bóvedas de las naves laterales, de menor tamaño, equilibran el de la central, pero dejan un empuje residual que se absorbe engrosando el muro o con contrafuertes adosados. También se resuelve añadiendo una segunda planta sobre las naves laterales, cubiertas también con bóvedas, que se abren al interior formando el llamado matroneo [sitio reservado para las mujeres]), como en el románico lombardo; o se colocan grandes contrafuertes que llegan a la altura de la nave central, permitiendo abrir ventanas sobre dicha nave, típica del románico normando, llamada claristorio[5].
Típico de las iglesias de peregrinación que jalonan el Camino de Santiago y cuyo modelo nace en el sur de Francia, es la prolongación de las naves laterales, de manera que rodeen a la capilla central, formando la llamada girola[6] o deambulatorio, con capillas radiales. Sobre las naves laterales aparece un segundo cuerpo, como en el románico lombardo, pero que se prolonga en la girola y recibe el nombre de triforio[7], y que servía como refugio de peregrinos.
En general, la nave central suele cubrirse con bóveda de cañón y las laterales de arista; o con bóvedas de crucería todas las naves. El tramo en el que se cruzan la nave central y el transepto[8] [o nave transversal], se llama crucero, que se cubre con una cúpula semiesférica, sobre trompas [pequeñas bóvedas cónicas] o sobre pechinas [triángulos esféricos, más utilizados a partir del renacimiento] que resuelven el tránsito del cuadrado al círculo.
2.2.2. El monasterio
Es la segunda gran edificación del románico símbolo de la vida rural [la catedral lo es de la ciudad]. El núcleo del complejo arquitectónico es el claustro, patio central adosado a la iglesia, formado por arquerías que descansan sobre pequeñas columnas elevadas sobre podiums [muro de escasa altura que circunda el recinto], a veces pareadas [dobles] y con capiteles decorados. A él se abren las principales dependencias: sala capitular, biblioteca, farmacia y comedor o refectorio donde se coloca un púlpito de piedra para la lectura habitual en la comida, seguido de cocinas y despensas. A veces en la zona del refectorio se construye un pequeño templete que se utilizaba como lavabo. El conjunto se completa con una serie de almacenes, bodegas, graneros y la huerta cultivada por los monjes. Generalmente, las celdas de los monjes se sitúan en la planta alta del claustro.
2.3. DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA DEL ROMÁNICO
Es un estilo que se extiende por casi toda la Europa Occidental, con rasgos comunes, pero también se aprecian características regionales. En Francia adquiere mayor desarrollo e importancia, seguido de cerca por España en cantidad y calidad de monumentos. Se han de resaltar las originalidades del románico italiano y alemán.
2.3.1. El románico en Francia. Escuelas regionales
En Francia hay distintas (6) escuelas regionales: la borgoñona, la provenzal, la de Poitou, la de Perigord y la de Normandía. También es preciso destacar el estilo de las iglesias de peregrinación que merece mención aparte.

a) Escuela borgoñona
Dos construcciones inspiran la arquitectura de Borgoña en el románico pleno: la iglesia abacial de Cluny y la Magdalena de Vezelay, dos tipos muy diferentes.
De la iglesia del monasterio de Cluny, vinculado a la reforma de la orden benedictina, que contribuyó a su difusión, sólo quedan reproducciones ideales, ya que, construida a finales del s. XI (entre 1.080 y 1.108), fue destruida en el s. XIX, en los últimos años del imperio napoleónico. Era una iglesia con planta de cruz latina, de cinco naves y doble crucero con capillas y cabecera con girola o deambulatorio y capillas radiales. Las naves laterales cubiertas con bóvedas de arista y la central con bóveda de cañón reforzada por arcos torales o fajones que marcan la división en tramos de la nave central. Con la particularidad de que esa bóveda de cañón y sus arcos torales aparecen apuntados por primera vez. El alzado interior era de tres plantas formadas por arquería, falso triforio y claristorio. El exterior un gran número de torres cuadradas y octogonales que enriquecían el conjunto. Será modelo de un gran número de iglesias del s. XII, como: Paray-le-Menial, La Charité sur Loire y la Catedral de Autum.
Dentro de la escuela borgoñona, tenemos la iglesia de la Magdalena de Vezelay, que sí nos ha llegado, y crea un tipo muy diferente al de Cluny. Más sobria y sencilla, será la favorita de la orden cisterciense, que se rebelará ante la riqueza y ostentación de Cluny. Su belleza radica en el equilibrio de sus proporciones y en la armónica articulación de los muros de la nave central, dividida en dos plantas por la decorada y fuerte cornisa horizontal. La planta es de tres naves cubiertas por bóvedas de arista, con arcos fajones de dovelas bicolores en blanco y pardo, y que apoyan sobre columnas superpuestas que se adosan a los grandes pilares cruciformes. En la segunda planta las ventanas se abren sobre la nave central. Unos tramos se enlazan con otros, compensando los empujes de sus bóvedas, desarrollando una magnífica nave central, ejemplo fehaciente de la repetición del módulo como sistema de organización del espacio arquitectónico. Influirá en las iglesias de St. Lazar y St. Martín d’Avallon.
b) Escuela provenzal
En la Provenza [territorio más romanizado de Francia], el arte románico se distingue por la simplicidad de sus estructuras, de concepción general más modesta que la borgoñona, con bóvedas poco elevadas, ventanas estrechas y el crucero frecuentemente rematado por cúpulas sobre trompas[9]. En los exteriores, como en S. Trófimo de Arlés, predomina una decoración de frontones triangulares enmarcando portadas ricamente decoradas con esculturas y elementos de influencia clásica [abundantes monumentos romanos en la región]. De este tipo: S. Gil de Arlés y La Catedral de Avignon.
c) Escuela del Poitou
Al oeste de Francia, en el Poitou y la región comprendida entre el Loira y el Garona, se extiende este tipo de iglesia de tres naves cubiertas a la misma altura, modelo que penetrará en España hasta el Duero. Ejemplo más representativo: la iglesia de Nôtre Dame la Grande de Poitiers. Las fachadas se decoran con columnas adosadas, cornisas horizontales y arquería ciega que se articulan en paneles verticales, que corresponden a las naves, o en bandas horizontales. Una influencia en España la tenemos en Santo Domingo de Soria. También la catedral de Angulema, aunque pertenece a otro grupo arquitectónico presenta una fachada de este tipo. Características de esta escuela son las torres contrafuertes rematadas por una cubierta cónica, que a menudo flanquean la fachada.
d) Escuela de Perigord
En el Sudeste de Francia se hace patente la influencia bizantina en iglesias de nave única, cubiertas de cúpulas elevadas sobre pechinas[10]. La más antigua es la Catedral de Cahors de una sola nave, formada por dos grandes tramos cuadrados cubiertos con cúpulas sobre pechinas y cabecera con ábside al que se abren tres capillas radiales también semicirculares que sobresalen al exterior. Los monumentos más importantes de esta escuela son la catedral de Angulema y Saint Front de Perigueux, ambas del románico pleno.
La catedral de Angulema, de principios del s. XII, presenta planta de cruz latina de una sola nave, cubierta por cuatro grandes bóvedas y ábside en la cabecera con cuatro capillas que salen al exterior. El equilibrio de fuerzas se consigue en la cabecera mediante las dos torres del crucero y el ábside de la capilla central, y en los laterales por los fuertes muros y los grandes pilares que sostienen los arcos fajones que separan los tramos. En la fachada el poderoso muro recoge el empuje final y da a la construcción el aspecto de un colosal cubo arquitectónico. Está articulada en bandas horizontales de arcos ciegos de medio punto que apoyan en columnas de tradición clásica que contienen un conjunto de esculturas con el tema de la Ascensión. Destacan los pequeños arcos de herradura de los pisos superiores, de influencia cordobesa, seguramente recogidos a través modelos de arquitectura mozárabe. La fachada refleja la influencia de la escuela de Poitou. Pequeñas torres cónicas, de tradición oriental, rematan el conjunto.
La más famosa es la iglesia de Saint Front de Perigueux, que con San Marcos de Venecia, son consideradas como dos obras maestras de edificios de planta central cruciforme. En el caso de St. Front la planta de cruz griega de tres naves, se cubre con cinco cúpulas de gran altura. En el exterior se observa el contraste entre las bóvedas, de influencia oriental y la torre campanario cuadrangular, de pura tradición románica occidental. Este edificio fue muy reconstruido en el s. XIX.
e) Escuela normanda
Un modelo original surge en Francia e Inglaterra, fruto de las invasiones normandas o pueblos del Norte en la zona Canal de la Mancha, a la que llamaron Normandía, y la posterior conquista de Inglaterra, por Guillermo el Conquistador [1.066].
A fines del s. XI se construirán a ambos lados del canal numerosas iglesias de tipo benedictino, influenciadas por Cluny, con torres flanqueando la fachada, ábsides y torres huecas de varios pisos en el crucero, cubriendo sus naves con techumbre plana. El modelo evolucionará hasta que, en torno al 1.100, en Caen se construyen dos edificios de gran importancia: la Trinité y Saint Etienne, que seguirán el esquema general. La cubierta plana será sustituida por una estructura abovedada, que partiendo de las columnas adosadas a los pilares que articulan los muros de ambos templos, se construyen bóvedas de aristas que apoyan sobre los arcos fajones y los formeros que abren a las naves laterales y se apoyan en unos pilares intermedios con medias columnas adosadas, de las que surge un nuevo nervio que divide la bóveda en seis partes, nace la bóveda de crucería llamada sexpartita.
En Saint Etienne tenemos el ejemplo más característico de fachada. Dividida en tres cuerpos verticales, se corresponden al número de naves diferenciadas por los grandes contrafuertes, con torres a los lados y dividida en bandas horizontales. En la inferior se abren tres puertas con arcos de medio punto abocinados. En los restantes existen ventanas de medio punto. El cuerpo central está coronado por un frontón triangular.
f) Iglesias de peregrinación
El grupo escapa fuera de las escuelas regionales, ya que las cuatro rutas de peregrinación a Santiago de Compostela se hayan jalonadas de iglesias importantes; destaca la de St Martín de Tours (hoy destruida), de la que partía una de las rutas. De las que se conservan, destacan: Sainte-Foi de Conques y Saint-Sernin de Toulouse. Características generales son: la planta de cruz latina con crucero de tres naves, cabecera con girola, capillas radiales y tribuna[11].
Sainte-Foi de Conques (1.039-1.065) tiene una planta de tres naves. En el interior altos arcos de medio punto que apoyan en esbeltos pilares y, sobre ellos, un segundo cuerpo con ventanas geminadas que comunican en el triforio (nota 7). Medias columnas adosadas soportan los arcos fajones, que refuerzan la bóveda de cañón de la nave central. Destacan sus esbeltas proporciones espaciales y la elegante articulación de sus muros, que contrastan con la sensación de sobriedad y pesadez acentuada por su escasa iluminación.
Saint-Sernin de Toulouse difiere de Conques en su planta, que es de cinco naves, igual que la de Santiago en España. Iglesias concebidas para recibir grandes muchedumbres que circulan dando una vuelta completa al interior del templo a través de las naves laterales y la girola, para orar ante las capillas de los distintos santos. Ambas tienen torres octogonales sobre el crucero y grandes portadas decoradas con esculturas.
2.3.2. El románico en Italia
También en Italia podemos diferenciar tres regiones estilísticas: Norte, Centro y Sur.
a) El Norte de Italia
Aquí nació una variante regional con gran difusión internacional: el románico Lombardo.
El ejemplo más sugestivo y más arcaico [mediados del s. XI], es la iglesia de San Ambrosio de Milán. De planta basilical con tres naves, tres ábsides en la cabecera y un gran atrio rectangular a los pies, que precede a la entrada, rodeado de una galería de arcos de medio punto y enmarca la fachada. Está, coronada por un gran frontón triangular que abarca toda la anchura del edificio, se divide en dos cuerpos. En el superior, tres arcos [más grande el central] forman una especie de galería inscrita en el frontón, se corresponden con los tres arcos de medio punto, que forman la entrada en el piso inferior. Dividiendo ambos pisos, a modo de cornisa decorativa, una línea de arquillos ciegos, que junto a las bandas que estructuran los muros exteriores, serán los elementos más característicos de este románico.
El interior posee una gran nave central cubierta por una bóveda de arista, reforzada por delgadas molduras rectangulares (nervaduras en faja), es una de las primeras construcciones que utiliza los nervios como refuerzo en su bóveda de arista. La nave central se abre a las laterales mediante dobles arcos de medio punto doblados (reforzados en su interior o intradós por otro arco), apoyados en pilares más pequeños sobre los que descansan las bóvedas de arista de los tramos más pequeños de las naves laterales. Es decir, que a cada tramo de la nave central corresponden dos tramos de las naves laterales. Sobre ellas un segundo piso se abre también a la nave central mediante una sucesión de dobles arcos, semejantes a los del piso bajo y que corresponde a la galería o matroneo, cubierta por bóveda de arista. Elevadas así las tres naves a la misma altura, el juego de empujes de las bóvedas laterales equilibran los de la nave central. Este sistema implica la imposibilidad de abrir ventanas en los muros, por lo que la iluminación de toda la iglesia la proporcionan los grandes ventanales abiertos en la fachada. La fábrica es de ladrillo rojo, destacando la utilización de piedra clara labrada en columnas, basas, capiteles y nervaduras, consiguiendo el efecto de sobriedad típica lombarda.
En San Ambrosio de Milán tenemos los elementos del románico lombardo: predominio de la masa; fachada rematada en ángulo, que sugiere una vertiente a dos aguas y que se conoce con el nombre de fachada pantalla; utilización de pequeñas arquerías ciegas y bandas a modo de ligeros contrafuertes o estribos, las bandas lombardas, que recorren y dividen las fachadas, los muros exteriores laterales y los ábsides; alternancia de pilares en el interior. Todo ello conjugado para dar sensación de solidez y sobriedad.
S. Miguel de Pavía, del s. XII, sigue el modelo de la anterior con su fachada dividida en tres bandas por grandes contrafuertes y su triple portada. Los amplios ventanales aquí son un juego de pequeños huecos, mientras que debajo del frontón los arcos ciegos se transforman en una galería de arcos apoyados en esbeltas columnas.
La fachada de la catedral de Parma presenta una superposición de galerías y una especie de pórtico saliente [prothyron] con columnas apoyadas en las figuras de dos animales. A la derecha se eleva una torre cuadrada con arquería ciega y bandas lombardas.
Del s. XI data el comienzo de San Marcos de Venecia, buen ejemplo de la combinación de estructuras y elementos característicos tanto del románico, como del arte bizantino. No fue terminada hasta el s. XV ya en estilo gótico.
b) Italia Central
En Italia Central encontramos tres focos: la Umbría, la Toscana y el Lacio. La Umbría con fuerte influencia lombarda. Particularidades: destaca la colocación de un rosetón en el centro de una fachada lisa. De clara influencia de más allá de los Alpes, como ocurre en S. Rufino de Asís, que tendrá gran difusión por la Italia Central.
En la Toscana tenemos el grupo florentino, con predominio de las influencias clásicas, en la pureza de estructuras y sus revestimientos de mármoles polícromos [equilibrados y decorativos dibujos geométricos]. Gracias a la cercanía de las canteras de mármol de Carrara. Comenzada a principios del s. XI y terminada en el XII, se conserva la iglesia de S. Miniato al Monte (1.018-1.063), ejemplo de la personal escuela florentina. En una colina cercana a Florencia, su fachada, revestida de mármoles blancos y verdes formando la típica decoración geométrica, presenta cinco grandes arcadas de medio punto en la planta inferior. Sobre ellas, ocupando el centro de un clásico frontón partido, un cuerpo rectangular dividido en tres bandas por pilastras de tradición clásica, y coronado por un frontón triangular. La tradición clásica se mantiene en la planta basilical de tres naves separadas por una alternancia de columnas y pilares cruciformes, con medias columnas adosadas que sostienen la techumbre plana de madera de clara influencia paleocristiana. Destaca el rico contraste de color de los espléndidos mármoles y la estructura de madera que cierra el conjunto.
La tradición de la arquitectura bicolor iniciada en S. Miniato, llegará con fuerza hasta el Renacimiento, continúa en el Baptisterio de Florencia de discutida cronología (s. ¿XI?). Edificio de planta central octogonal cuya decoración geométrica externa se repite en el interior.
Debemos diferenciar el románico de Pisa, que emplea un lenguaje plástico distinto al del mundo florentino. Su conjunto monumental, es uno de los más célebres del románico italiano, está formado por la Catedral, el Baptisterio, el Campanario y el cementerio, y su construcción (entre 1.053 y 1.272) fue el período de máximo esplendor de la ciudad, durante un siglo [XI al XII] mantuvo su hegemonía sobre el Mediterráneo occidental.
La Catedral, con planta de cruz latina de cinco naves y crucero de tres naves, cúpula octogonal sobre el crucero y tres ábsides en la cabecera, se inicia en s. XI y se termina en el XII con la fachada, obra del románico pleno o avanzado. Es la mayor iglesia de la Toscana. En el exterior, la articulación en varios pisos es extraordinariamente rica. En el primer piso, arcos ciegos de medio punto apoyan sobre columnas en la fachada y en el ábside principal, los arcos que rodean el edificio lo hacen sobre pilastras. En el ábside y la fachada, en los pisos superiores, se forman esbeltas galerías de pequeños arcos de sabor oriental, separadas de los muros. El colorido de la piedra y la variada ornamentación de arcos y capiteles contribuye a crear la impresión de riqueza y suntuosidad.
El Baptisterio, de planta central circular, de mediados s. Xl con un complicado sistema de dos cúpulas encabalgadas. El exterior repite en el primer piso el mismo motivo de arquería ciega de la Catedral. Los pináculos góticos de los pisos superiores se añadieron en el s. XIV.
El Campanile, se inició s. XII pronto comenzó a inclinarse al ceder los terrenos arcillosos. Se termina s. XIV. Está dentro de la tradición románica de las torres, pero está separada de la iglesia. En los tres edificios las decorativas galerías aéreas de estilo lombardo, están concebidas con sensibilidad clásica. En ella se funden elementos clásicos, orientales y góticos en un conjunto armónico [gracias al genio toscano].
En la zona de la ciudad de Roma se observa un carácter conservador derivado de su fuerte tradición clásica. A ello se une una serie de sucesos como el saqueo de Alarico, el gobierno de los exarcas de Justiniano, la destrucción normanda... que produjeron un estancamiento de la arquitectura, que permanece fiel a la tradición de las basílicas paleocristianas. Las creaciones entre los siglos XI y XIII se reducen a la creación de elementos ornamentales [pulpitos, altares, pórticos] realizados por dinastías de arquitectos tallistas [los Cosmati y los Vassaletto], de estilo preciosista enriquecido por la combinación de hermosos mármoles de colores y las influencias etruscas, árabes, romanas...
c) Sur de Italia
Se mezclan influencias francesas, lombardas, árabes y bizantinas. Las francesas penetran a través de las invasiones normandas en el s. XI y aportan un mundo arquitectónico ya maduro que absorbe con facilidad las peculiaridades lombardas, mientras que las orientales provienen del contacto con el mundo bizantino y musulmán. Por ello, nos encontramos frecuentemente mezcladas, cúpulas árabes plantas basilicales y de cruz griega, rosetones nórdicos y mosaicos bizantinos creando obras de gran belleza y originalidad. Ejemplos: capilla palatina del castillo de Palermo; catedral de Monreale; iglesias de S cataldo y de la Martorana en Palermo...
2.3.3. El románico en Alemania
Rasgo característico del románico al Norte de los Alpes, junto a su monumentalidad, es la construcción de ábsides, también a los pies de la nave central, respondiendo a la tradición carolingia. En el año 1.000 se inicia S. Miguel de Hildesheim, que presenta dos cruceros, dos presbiterios y dos ábsides, su planta se asemeja a dos iglesias adosadas por la fachada. En el exterior los cruceros aparecen cubiertos por cimborrios y flanqueados por torres cilíndricas. En el interior, destaca la cubierta de madera policromada que permite multiplicar las ventanas y no necesita de contrafuertes que equilibren el empuje de la techumbre.
En la región renana, la más importante para la arquitectura románica, se sigue utilizando el doble ábside y las torres cilíndricas pareadas, pero para la cubierta se emplea la bóveda de arista para las tres naves. En el exterior aparecen arquerías ciegas, bandas verticales y galerías de arcos de clara influencia lombarda. También está la catedral de Maguncia (1137), pero el monumento más representativo es la Catedral de Worms.
2.3.4. El románico en España
Es lógico que en un país con tan espléndidas manifestaciones prerrománicas, como son el arte asturiano, visigodo y mozárabe, el románico en España tuvo tanta importancia, que lo convirtió en el segundo país por la cantidad y calidad de los monumentos, después de Francia. Con excepción del grupo catalán, el románico español, es más bien tardío, de la segunda mitad del s. XI al XIII, es decir, pertenece al románico pleno y de transición. Sus monumentos se encuentran al norte del Sistema Central y el Valle del Ebro, territorio de expansión de los reinos cristianos hasta el s. XII. El fenómeno religioso-sociológico de las peregrinaciones adquiere una trascendental importancia en el románico español, pues a lo largo de las rutas que cruzaban los Pirineos para llegar a la tumba del Apóstol, el llamado "Camino de Santiago", nobles, reyes y obispos construyeron gran cantidad de monasterios, iglesias y catedrales, convirtiéndose así en la principal vía de penetración de las nuevas corrientes europeas. Con anterioridad, en el Pirineo catalán y aragonés, se habían difundido las influencias lombardas, pero terminarán imponiéndose los modelos franceses, potenciados por las relaciones de la Corona de Aragón con el mediodía francés. En cuanto a la distribución geográfica del románico en España podemos distinguir: románico catalán y románico castellano, siguiendo una secuencia cronológica.
a) Románico catalán
Durante los s. X y XI se produce en Cataluña, en la región comprendida entre los Pirineos y el Ebro, un extraordinario florecimiento de las construcciones religiosas, coincidiendo con la repoblación del valle del Ebro. Por eso la zona es muy rica en monumentos prerrománicos y del primer románico, que se han perdido en otros lugares de Europa. Estas iglesias, fuertemente influidas por elementos carolingios y mozárabes, presentan las siguientes características: planta de tres naves [la central más ancha], cubierta a dos aguas, cabecera con triple ábside, ventanas de medio punto y un portal. En el interior, dos filas de arcos que cargan sobre pilares y columnas, tres largas bóvedas de cañón paralelas. La luz viene de los huecos abiertos en los muros exteriores.
San Pedro de Rodas (Gerona), constituye el modelo para la construcción de gran número de conjuntos arquitectónicos del s. XI, que representan una corriente autóctona del arte catalán, síntesis de influencias visigodas, carolingias y mozárabes, frente a la influencia lombarda. Es una iglesia de tres naves con crucero y triple ábside. Las naves laterales se prolongan en la cabecera a modo de girola. La bóveda de cañón reforzada por amplios arcos formeros, que apoyan en columnas superpuestas adosadas a los cuatro pilares, que constituyen el módulo rectangular generador de la construcción. Capiteles de tradición clásica coronan las columnas, también clásicas.
A partir del primer cuarto del s. XI, en unos veinticinco años, los canteros lombardos cubren Cataluña de una serie de templos que presentan tipos bastante uniformes. Estos "lombardi", que aparecen en algunos documentos de la época, formaban equipos de constructores y canteros trashumantes que trabajaban a sueldo según contrato. En general, se trata de iglesias de planta de cruz latina, de una o más naves separadas por pilares. En el exterior, decoración de arcos ciegos y bandas lombardas; torres cilíndricas o cuadradas, a veces aisladas y otras unidas al cuerpo principal, e incluso, excepcionalmente sobre el crucero; el aparejo[12] rústico de sillares pequeños e irregulares; las puertas robustamente molduradas, sin decoración escultórica. Es un estilo sólido y sencillo que basa su ideal de belleza en la pureza de líneas. El abad Oliva construyó el Monasterio de Ripoll, uno de los grandes edificios de este primer románico y que contribuyó a la difusión de este estilo. Iglesia de cinco naves [consagrada en 977] con gruesos pilares lisos alternando con otros menores con columnas adosadas, crucero y siete ábsides en la cabecera, fue destruido y reconstruido en el s. XIX. Entre las numerosas pequeñas iglesias dispersas por los valles del Pirineo Catalán, destacan Sta. María y S. Clemente de Tahull, del s. XII, ambas de planta basilical, con tres ábsides, cubierta de madera, decoración de arquería ciega y bandas lombardas[13]. Cuentan con esbeltas torres cuadradas, adosadas a uno de los lados del crucero, con ventanas geminadas y decoración lombarda. Estas torres, muy típicas, se utilizaban como atalayas y en ocasiones como refugio para las gentes del lugar.
Ya tardías, del románico de transición, son dos grandes construcciones: las Catedrales de Lérida y Tarragona. Ambas con cubiertas góticas. La de Lérida, de tres naves con crucero, al que se abren los ábsides de la cabecera, presenta la originalidad de tener el claustro situado a los pies de la iglesia, a manera de nártex[14].
b) El románico del Camino de Santiago del s. XI
En Aragón, en Jaca, hallamos la primera catedral románica española. Su planta es basilical, de tres naves con crucero que no sobresale, nártex, de herencia clásica, a los pies y tres ábsides en la cabecera. Su exterior es adusto y macizo, inmerso entre numerosos edificios posteriores que le quitan perspectiva. De los tres ábsides sólo se conserva uno de la construcción original. Será modelo para construcciones posteriores, tanto en su forma como en su decoración, ajedrezado [taqueado jaqué], columnas, ventanas, canecillos[15], que estructuran y decoran sus muros. El interior sorprende por sus grandes dimensiones, y por la alternancia de columnas y pilares cruciformes con columnas adosadas que soportan los arcos que abren a las naves laterales. La cubierta es posterior. El crucero se cubre por una bóveda sobre trompas, con nervios reforzados por molduras de sección rectangular. En la portada central el interés está en el crismón[16], situado, en el centro del tímpano, símbolo de tradición paleocristiana, compuesto por el anagrama griego de Cristo y las letras alfa y omega, y ocho margaritas, representación oriental de las formas eucarísticas, todo ello inscrito en un círculo flanqueado por dos leones, símbolo apocalíptico de Cristo.
También del s. XI es la Colegiata de S. Isidoro de León, anterior a la catedral de Jaca, construida entre 1.054 y 1.063. Su construcción románica primitiva es el Panteón Real, cuyos aspectos más relevantes son los escultóricos y pictóricos, como veremos. Se trata de un pórtico, añadido al antiguo templo de tipo asturiano, que no se conserva. Con planta rectangular, dividida en nueve compartimentos cubiertos con bóvedas de aristas, apoyadas sobre columnas y pilares. Entre 1.072 y 1.101, Dª Urraca hace construir un nuevo templo sobre el antiguo, respetando la cripta, construida por su madre Dª Sancha, esposa de Fernando I, para panteón real. Es de tres naves sobre pilares con columnas adosadas, cubierta la central con bóveda de cañón y las laterales con bóveda de arista. Los arcos son de medio punto peraltados, y en el crucero los arcos son lobulados de influencia árabe.
También en el Camino de Santiago nos encontramos con la iglesia de San Martín en Fromista, localidad palentina, que constituye uno de los mejores ejemplos de la arquitectura románica del Camino. De planta basilical como Jaca, tres naves cubiertas con bóveda de medio cañón, un hermoso y perfecto crucero cubierto con una cúpula de media naranja sobre trompas, y tres ábsides semicilíndricos, muestra en el interior y en el exterior una unidad de estilo perfecta, constituyendo, por su estupenda conservación [restaurada a principios del siglo XX], uno de los más puros ejemplos del románico en que se puede observar, la unidad, la estructuración armónica de todos sus elementos, la sencillez no interrumpida por ningún elemento anecdótico, el sentido espacial interior y su proyección sobre el altar, la combinación limpia de los volúmenes geométricos en el exterior, destacando el contraste del cimborrio octogonal con los ábsides semicirculares y las torres cilíndricas de la fachada occidental.
Entre 1.075 y 1.078 se inicia la construcción de la Catedral de Santiago, la obra más ambiciosa de la España cristiana y en la que culmina el románico del s. XI y de la ruta jacobea. Iniciada por el obispo Diego Peláez, sería con el obispo Diego Gelmírez cuando los trabajos adquieren una aceleración. Gelmírez es una de las personalidades más inquietas de su época, a él se debe que Santiago alcanzara el esplendor de que gozó en los s. XII y XIII. La catedral constituye la más importante de las edificaciones que mandó construir Gelmírez y en ella se llega a la culminación del tipo de iglesia que denominamos de peregrinación, y que tiene sus antecedentes en algunas iglesias francesas, como San Martín de Tours, San Saturnino de Tolosa, la más parecida a Santiago, y Santa Fe de Conques. Con lo que el internacionalismo de Compostela es evidente, hasta en la presencia de maestros como Bernardo y Roberto, que si no eran franceses de nacionalidad, sí lo eran de formación.
La estructura de la iglesia es la típica de las iglesias de peregrinación, alcanza aquí la perfección del modelo. De planta de cruz latina, con tres naves y brazos transversales muy largos también de tres naves. Con una amplia girola en la cabecera en la que se abren cinco capillas, absidiales, además de las dos que se abren al crucero. Sobre las naves laterales, separadas de la central por arquerías de medio punto, se construyó la típica tribuna [triforio] que aumentaba la capacidad de la iglesia, al tiempo que permitía una mejor transmisión de los empujes a los muros exteriores; que se continúa en el crucero y la girola, dando así la vuelta al edificio, cubierto con bóveda de cuarto de círculo, se comunica con la nave central por ventanas de dos arcos [geminadas].
El aspecto externo era espectacular: el conjunto de la cabecera con girola, la amplitud del transepto, el cimborrio, ofrecían a la vista una riqueza de volúmenes que jugaba con las distintas alturas y formas de perfiles rectos o curvos. Hoy día esta cabecera, en parte destruida, disimula lo conservado tras el recubrimiento barroco exterior. La estructura de las fachadas del transepto era semejante a las de San Sernin de Toulouse [San Saturnino], hoy sólo se conserva la de Platerías, en la que se abren dos grandes puertas. Sobre ellas, dos grandes ventanales abiertos a la tribuna interna y sobre ellos varias arquivoltas, con la superior polilobulada que refleja el influjo musulmán. La magnificencia y el tamaño de la edificación, responden a las exigencias religiosas y sociales del momento. En ella culmina la arquitectura románica española y europea.
c) El románico de Castilla y León del s. XII
En el área de Castilla y León durante el s. XII, pueden distinguirse varias escuelas interesantes y que pueden clasificarse como el grupo segoviano, el de Ávila y el de la Cuenca del Duero.
1 - Grupo Segoviano. Es uno de los grupos más uniformes del románico español. Se caracteriza por los pórticos exteriores que rodean las fachadas, una de las creaciones más originales de nuestro románico, que, a su función estética propiciada por la gran belleza de sus arquerías apoyadas sobre columnas con ricos capiteles, une una función práctica en un clima tan frío como el castellano, pues eran utilizados para celebrar las sesiones del concejo o las juntas de cofradías y gremios. La más antigua es la iglesia de San Juan de los Caballeros, con pórticos en los dos lados, formados por arcos de medio punto apoyados en columnas adosadas a los pilares que los separan. Corona el conjunto la cornisa decorada con pequeños arcos trilobulados que se repiten en la fachada. Más avanzada es la de San MilIán, sigue el modelo de Jaca en planta, cabecera y en la alternancia de soportes [pilares y columnas]. Cuenta con pórticos a lo largo de las fachadas laterales, con arcos de medio punto doblados apoyados en columnas pareadas. Este tipo de iglesias se extiende también por Soria y Burgos, aunque los mejores ejemplos son los segovianos.
2 - Grupo de Ávila. Las grandes empresas románicas son: las murallas y la iglesia de San Vicente. Ésta es de tres naves con crucero muy acusado. Su interior está estructurado en tres plantas: la primera formada por arcos de medio punto doblados, apoyados en columnas adosadas a los grandes pilares que forman el módulo; sobre ella, galería con ventanas geminadas inscritas en arcos de medio punto; y una última planta en la que se abre el claristorio [último piso de la nave central de una iglesia gótica, ocupado por ventanales]. En la cubierta nos encontramos con una de las primeras bóvedas góticas españolas, debido a que la construcción, al dilatarse el tiempo, como sucede en con muchas obras medievales, sufre la variación de gustos y estilos que se producen a través del tiempo.
3 - Grupo de la Cuenca del Duero. En Soria tenemos tres monumentos de gran importancia: El primero es la iglesia de Santo Domingo, en la que destaca la fachada, una de las más ricas y armónicas del románico español, vinculada directamente con las iglesias francesas del Poitou. Se distinguen dos cuerpos horizontales, diferenciados: el primero formado por dos series de arquerías ciegas superpuestas, enmarcando la gran puerta abocinada con arquivoltas[17] y tímpano[18] de gran riqueza escultórica; sobre éste un gran frontón triangular con rosetón abocinado con rica decoración. Hay que citar: San Juan de Duero y San Miguel de Almazán, que sobresalen por su influencia árabe, reflejada en la primera en su bello claustro de arcos apuntados entrelazados y en San Miguel en su bóveda califal de clara influencia cordobesa.
Hacia 1.150 se desarrolla en la cuenca del Duero, un tipo de construcción de influencia bizantina y aquitana, representada por la Catedral de Zamora, la Catedral Vieja de Salamanca, la Colegiata de Toro. Las tres tienen planta basilical con crucero, grandes basamentos soportan los pilares cruciformes, y sobre las naves laterales, grandes arcos puntados enmarcan las ventanas. Se cubren con bóvedas de crucería con refuerzos. Para unos, se trataría de iglesias protogóticas, para otros, tardorrománicas. No obstante, lo más sobresaliente y significativo de los tres edificios es el cimborrio. En la Catedral de Zamora el crucero se cubre con una bóveda gallonada, semiesférica, reforzada por nervios, apoyada sobre pechinas y un tambor calado por un cuerpo de ventanas. A la belleza interior se une la exterior, sin precedente en todo el país. Cuatro torrecillas cilíndricas en el tambor, enriquecen el conjunto y contrarrestan el empuje de la gran media naranja. Organización típicamente bizantina que se corresponde con la corriente oriental que inspira las iglesias francesas con cúpula. Del mismo tipo son la cúpula de la Catedral Vieja de Salamanca, llamada "Torre del Gallo", más esbelta que la de Zamora, cuya verticalidad queda acentuada por su forma piramidal. La de Toro, relacionada con ambos, es de menor esbeltez, y su cúpula no es gallonada.


[1] [Bóveda: obra de fábrica que sirve para cubrir el espacio comprendido entre dos muros o varios pilares, varios tipos: ~ anular, la de cañón montada sobre muros circulares concéntricos; ~ avenerada, con forma de concha o venera; ~ claustral, de aljibe, esquifada o por arista, aquella cuyos dos cañones cilíndricos se cortan el uno al otro; ~ de cañón o de medio cañón, la de superficie cilíndrica; ~ de crucería, de ojiva o nervada, aquella cuya estructura se compone de arcos que se cruzan diagonalmente, llamados nervios, con una clave central común y cuyo espacio recubre con una plementería; ~ de cuarto de esfera, de cascarón o de horno, la que escribe un cuarto de esfera y se emplea para cubrir ábsides; ~ esférica, semiesférica o de media naranja, la que describe media esfera; ~ fingida o encamonada, la construida de tabique, bajo un techo o armadura, para imitar una bóveda; ~ vaída, la formada de un hemisferio cortado por cuatro planos verticales paralelos dos a dos]
[2] [Capitel: parte superior de la columna que corona el fuste y sobre el cual descansa el arquitrabe: ~ campaniforme, el que tiene forma de campana, utilizado en Egipto; ~ compuesto, el que tiene ábaco chaflanado, escotado y decorado, cuarto bocel también decorado, volutas y hojas de acanto; ~ dórico, formado por ábaco liso, equino y ánulos; ~ hathórico, el egipcio que representa el rostro de la diosa Hathor, repetido en cada una de sus cuatro caras; ~ jónico, el que tiene el ábaco moldurado, tambor adornado con volutas y astrágalo; ~ lotiforme, el egipcio que representa un ramillete de flores de loto con las corolas cerradas o abiertas; ~ palmiforme, el egipcio formado por estilizaciones de hojas de palmera dispuestas verticalmente; ~ toscano, el que tiene ábaco liso, cuarto bocel, collarino liso y astrágalo]

[3] [Ábside: parte abovedada y semicircular que sobresale de la fachada posterior de una iglesia: ~ lobulado, el de planta semicircular o poligonal, en torno al cual se abre absidiolos; ~ tricónquido, trebolado o tricoro, el que tiene una cabecera con tres ábsides semicirculares, en forma de trébol]
[4] [Contrafuerte: Machón, saliente en el paramento de un muro, para fortalecerlo]
[5] [Claristorio: último piso de la nave central de una iglesia gótica, ocupado por ventanales]
[6] [Girola o deambulatorio: espacio compuesto por una o más naves que giran tras el presbiterio, o capilla mayor, de algunas iglesias; en especial las románicas y góticas, como consecuencia de la prolongación de las naves laterales, y que da paso a otras capillas o absidiolos que a él se abren / En los edificios de planta central, la nave o espacio que rodea la central]
[7] [Triforio: galería que rodea el interior de una iglesia sobre los arcos de las naves y que suele tener triforas -ventanas de tres huecos-]
[8] [Transepto: nave transversal de una iglesia, que forma el brazo corto de una cruz latina]
[9] [Trompas: Bóveda voladiza fuera del paramento de un muro]
[10] [Pechina: Triángulo curvilíneo que, con otros tres, forma el anillo de la cúpula con los arcos torales sobre los que estriba]
[11] [Tribuna: galería abierta construida sobre las naves laterales, servía para alojar a los peregrinos]
[12] [Aparejo: forma en que quedan colocados los materiales en una construcción]
[13] [Banda Lombarda: serie de molduras verticales, a manera de pilastras, unidas en su parte superior por galerías de arquillos ciegos]
[14] [Nártex: parte de la basílica cristiana que, antiguamente, se reservaba a los catecúmenos -persona que se está instruyendo en la doctrina católica, con el fin de recibir el bautismo- y a ciertos penitentes]
[15] [Canecillo, can o modillón: cabeza de viga que, sobresaliendo al exterior, sostiene la corona de la cornisa] [Modillón: saliente, generalmente, en forma de ménsula, con que se adorna por debajo una cornisa]
[16] [Crismón: Monograma de Cristo compuesto por las letras mayúsculas X y P entrelazadas, o P cruzada en su trazo vertical por una barra horizontal]
[17] [Arquivolta: conjunto de arcos inscritos unos en otros y que forman una portada abocinada]
[18] [Tímpano: espacio triangular que queda entre las dos cornisas inclinadas de un frontón y la horizontal de su base. Superficie delimitada por el dintel de la puerta y las arquivoltas de una portada de iglesia]

LA ESCULTURA ROMÁNICA.
3.1. CARACTERÍSTICAS GENERALES
Subordinada a las preferencias y necesidades de la arquitectura, la escultura medieval está limitada a algunas partes del edificio: portadas, capiteles, ménsulas y ambones [púlpitos], que se conciben más que como estructuras arquitectónicas decoradas, que como obras escultóricas propiamente dichas.
Las portadas son el elemento más característico y se decoran con gran profusión. Pueden incluir una o varias puertas de acceso a la nave central y a las laterales. El espacio de la puerta, cuando es muy ancho, suele estar dividido en dos partes por una pilastra central, llamada parteluz, ricamente esculpido. Como se utiliza el arco de medio punto, el semicírculo superior llamado tímpano, considerado como la parte más importante y significativa desde el punto de vista escultórico, se decora generalmente, con la figura de Cristo en majestad, siempre de proporciones mayores que el resto de las figuras y enmarcado en la denominada "almendra mística" o mandorla[1], símbolo del esplendor divino. La parte inferior del tímpano está dividida en una o dos bandas horizontales, en las que se desarrollan escenas de luchas de animales [entre el bien y el mal], personajes estilizados [los 12 ancianos del Apocalipsis...], o motivos geométricos. La estilización y repetición de figuras iguales a lo largo de esta especie de friso es una característica típica de esta escultura. Características: esculturas isométricas en sentido radial que adornan las arquivoltas de las portadas.
El capitel es el segundo elemento esculpido por excelencia en el románico. Las técnicas varían, desde una rusticidad casi bárbara, hasta el verismo y el sentido plástico de inspiración romana. Se utiliza desde el bajo relieve a casi el bulto redondo. En cuanto a las formas, se puede apreciar una predilección por los capiteles en forma de campana invertida, o cúbicos, con los ángulos redondeados y esculpidos en las cuatro caras.
En general, se puede señalar que la escultura románica representa una creación frente al naturalismo clásico. La figura humana se estiliza y adquiere rigidez, se espiritualiza. El escultor resta interés a la anatomía y belleza corporal, prestando más atención a los ropajes. Todo ello, sin olvidar que el estilo irá evolucionando. Los temas son de carácter religioso, de origen literario o de la vida diaria, pero siempre con un carácter didáctico.
La escultura de bulto redondo es escasa, dado el carácter fundamentalmente decorativo que ya hemos señalado. Se reduce a imágenes de Cristo Crucificado y de la Virgen con el Niño. El Cristo de tradición bizantina con cuatro clavos, los brazos horizontales, cubierto por un paño de pureza desde la cintura a las rodillas, y sin expresión de dolor. La Virgen sentada, derecha y de frente, con el niño igualmente de frente, sentado en sus rodillas y en actitud de bendecir. No existe comunicación y la Virgen aparece más como trono [Theotokos, “portadora de Dios”] que como madre de Cristo.


3.2. LA ESCULTURA ROMÁNICA FRANCESA
En el Languedoc sobresale como obra cumbre la portada de S. Pedro de Moissac (1.115), preside la escena un dramático Cristo en Majestad rodeado de los símbolos de los evangelistas [Tetramorfos: Hombre, S Mateo; León, S. Marcos; Toro, S. Lucas; Águila, S. Juan]. Dos ángeles, de canon muy alargado, encuadran esta parte central del tímpano. El resto lo ocupan los 24 ancianos del Apocalipsis, distribuidos en tres bandas horizontales, separados por nubes. Las arquivoltas están decoradas con motivos vegetales. El pórtico nos muestra el románico puro, todavía sin evolucionar.
Considerada la obra maestra de la escultura borgoñona la portada de la Magdalena de Vezelay. El tímpano recoge el momento cuando Cristo rodeado por el resplandor divino [mandorla] hace descender los rayos del Espíritu Santo sobre los apóstoles y, siguiendo el texto bíblico, recrea el ambiente dramático del ruido del vendaval que agita las figuras sobrecogidas de los discípulos y la tela de los amplios ropajes. Rodea la escena principal un semicírculo dividido en compartimentos, donde se representa a los pueblos cuyas lenguas hablaron los apóstoles por obra del Espíritu Santo [caldeos, árabes, egipcios...]. Es característica, la introducción del movimiento, para recrear la atmósfera de Pentecostés[2] y el canon alargado de las figuras principales, de tradición bizantina, acentúa la espiritualidad.
En la última etapa de la escuela borgoñona, representada por el pórtico de S. Lázaro de Autum (1.130), se lleva al extremo la expresividad y espiritualización de la figura humana. Representa en su tímpano el juicio final. Preside el conjunto, un Cristo en Majestad, de escala gigantesca, rodeado por la mandorla que sostienen dos estilizados ángeles. A su derecha los justos, a la izquierda S. Miguel y el diablo pesan las almas y los condenados bajan al infierno. Excepcionalmente conocemos al autor, su nombre se lee bajo la figura de Cristo ("Gilabertus hoc fecit”), artista refinado que subordina casi todos los valores plásticos a la expresión, como se observa en el relieve de la tentación de Eva, uno de los raros desnudos de la época, en donde aparece como elemento naturalista la introducción del paisaje.
En la región de París se encuentra la Catedral de Chartres, joya del gótico, única que conserva la portada de la primitiva construcción románica. En la portada principal, el tímpano está decorado con el Cristo en Majestad y el Tetramorfos y los laterales ofrecen a la Virgen con el Niño y la Ascensión. En las jambas aparecen una serie de personajes de canon tan alargado como los de Vezelay, pero mucho más rígidos e impasibles, a manera de esculturas-columnas, contrastan con la expresividad y el dramatismo de la escultura borgoñona.
La escuela que más sintió la influencia del clasicismo antiguo, es la provenzal. Su apogeo es más tardío. El intenso dramatismo de Moissac y Vezelay, es reemplazado por una solemne majestuosidad de estirpe romana, como podemos observar en la fachada de S. Trófimo de Arlés. Un gran frontón enmarca la portada muy abocinada. En el tímpano Cristo en Majestad rodeado por el Tetramorfos. Igual que en el templo clásico, una especie de friso continuo recorre toda la fachada, y en la parte inferior, aparece un gran número de personajes, separados por columnas, de forma que recuerdan la estructura de los sarcófagos romanos. Las figuras de aspecto reposado, visten ropajes un tanto rígidos, que en el plegado de los paños recuerdan también la escultura clásica. De cronología muy discutida, hoy se sitúa entre 1.148 y 1.158.
3.3. LA ESCULTURA ROMÁNICA EN ESPAÑA
La influencia francesa penetra, como en arquitectura, por los caminos de peregrinación y dan lugar a una gran producción de esculturas y relieves, dotados de una intensidad y dramatismo que superan con frecuencia sus modelos. Para plasmar las escenas de los libros sagrados se utilizan todos los lugares del edificio románico: capiteles, tímpanos, arquivoltas, jambas, lienzos de muros próximos a las puertas... Ni el material ni el espacio ofrecen dificultades insalvables para el artista, como puede apreciarse en los magníficos capiteles, cuyo limitado espacio obliga a la extremada contorsión de las figuras, sin que pierdan vitalidad ni expresividad, gracias a la fantasía y al dominio del oficio, que poseían los artífices. Si bien los primeros testimonios de la escultura románica datan de principios del s. XI, son obras de los talleres pirenaico-franceses, pronto empezaron a surgir talleres relacionados con los principales conjuntos arquitectónicos de la península, como el de Jaca (Huesca) donde encontramos el tímpano antes descrito y los capiteles de la Catedral. En pleno s. XI destacan tres conjuntos: las portadas del crucero de S. Isidoro de León, la de Platerías de Santiago de Compostela y el claustro del Monasterio de Sto. Domingo de Silos.
En S. Isidoro de León, la portada más antigua es la del Cordero, formado por varias arquivoltas semicirculares. Sobre un dintel quebrado que descansa sobre ménsulas que figuran cabezas de carnero, un tímpano cuyo tema principal es el "Agnus Dei", rodeado por un círculo sostenido por ángeles. Debajo, en el centro, entre otras escenas, la del sacrificio de Isaac. Las figuras planas y su amontonamiento ofrecen rasgos de arcaísmo de influencia bizantina. En la jamba de la izquierda aparece la figura del Santo, y en la parte superior los signos del Zodiaco como representación del cielo. En la fachada del Perdón, algo más tardía, parece que colaboró el maestro Esteban, que más tarde realizaría la portada compostelana de las Platerías. Más sobria que la anterior, se presenta en su tímpano tres escenas, la Ascensión, el Descendimiento y las Marías ante el Sepulcro, con una talla que va ganando en volumen. Amplias arquivoltas de medio punto ligeramente peraltadas, y apoyadas en columnas con capiteles de decoración vegetal enmarcan el conjunto. En la parte superior, a ambos lados, las figuras de S. Pedro y S. Pablo expresan en su rostro una beatífica serenidad y el plegado de sus túnicas se advierte ligeramente la pesadez de los paños.
En Santiago de Compostela, encontramos dos momentos escultóricos diferentes: el primero corresponde a la realización de la decoración de las fachadas de la Azabachería y de las Platerías a finales del s. XI y primero años del s. XII; y el segundo correspondiente a la obra del Pórtico de la Gloria, del maestro Mateo. Primeramente, se lleva a cabo la decoración de las fachadas norte y sur. Las esculturas de la Azabachería se trasladaron de lugar y algunas se incrustaron en la de las Platerías, lo que unido a la inclusión de otras posteriores produce esa impresión de desorden que tiene la fachada de las Platería. Destaca el desbordamiento de la escultura fuera de los tímpanos. Trabajaron varios escultores, de los que se tiene noticias de un tal Esteban, llamado a trabajar también a Pamplona y Jaca, al que se le atribuyen la Eva y el David, la mujer del león de las jambas y algunos fustes. De los tímpanos destaca el que reproduce las tentaciones de Cristo, con la presencia de la mujer adúltera.
Pero la principal obra de la escuela castellana del s. XI es el piso bajo, la parte más antigua de la decoración del Claustro de Santo Domingo de Silos. En sus capiteles aparecen figuras de animales reales y monstruosos mezclados con temas de gusto oriental, que los convierte en obras netamente española. Mayor valor aún ofrecen los relieves colocados en los ángulos del claustro entre los que destacamos el de “los discípulos de Meaux”, y el de “la duda de Santo Tomás”. En este último, Tomás el apóstol incrédulo, avanza con atrevimiento su mano hacia el costado derecho de Cristo descubierto así como el brazo en alto, que parece arrancar del pecho. Se observa una anatomía muy rudimentaria como demuestran el corto antebrazo, la carencia de musculatura y la actitud forzada. El apóstol echa su mano hacia atrás y los demás asisten a la escena, creando una gran expresividad mediante las diferentes posturas de manos y cabezas, y una sensación de movimiento por las piernas cruzadas, apoyadas sobre las puntas de los pies. Un arco decorado con pequeñas almenas corona el conjunto, flanqueado por motivos escultóricos recogidos de marfiles y miniaturas orientales. Contrasta la sumaria anatomía con la perfección técnica que acentúa la sensación de movimiento y su belleza plástica, derivada del suave modelado y el plegado de los paños que producen los efectos de claroscuro.
Del s. XII es la obra de mayores proporciones de la escultura románica catalana, la portada del Monasterio Santa María de Ripoll. Estructurado en bandas horizontales o frisos, la escultura cubre todo el frente del muro en el que se abre la puerta. En la superior figura el Salvador y los 24 ancianos del Apocalipsis; en las tres siguientes, escenas del Antiguo Testamento; debajo de ellas, una serie de figuras bajo arcos de medio punto. Animales y medallones con la representación de los pecados capitales completan el conjunto.
El último período de la escultura románica en España, representado por el maestro Mateo, ha planteado problemas de encuadre estilístico. Mientras los franceses le consideran plenamente gótico, los españoles prefieren incluirle en el románico más avanzado, como transición al gótico. El Pórtico de la Gloria es obra del maestro Mateo, único escultor identificado con seguridad y una de las más vigorosas personalidades artísticas de la Edad Media española. Sabemos que el monarca Fernando II [de León, 1137-1188] le concedía una pensión anual, en 1.168, para que siguiera trabajando en Santiago. En su obra se conjugan el recuerdo de abundantes obras francesas, junto a particularidades hispanas. Parece que conocía la obra de la abadía francesa de Saint Denis, como muestra el inverosímil cruzado de piernas de algunas de sus figuras; rasgos hispanos serían la progresiva separación del relieve hasta conseguir el bulto redondo ya sugerida en otras obras peninsulares y llevada por el maestro Mateo a su más alto grado.
El Pórtico, tal como queda hoy, es sólo una parte de lo que esculpió el maestro Mateo. Poseía una fachada exterior que fue destruida. De ella se conserva el recuerdo de que allí estaban Carlomagno y Roldan y otros héroes de los cantares de gesta medievales. Era lo primero que veían los peregrinos al llegar. Traspasada la puerta se encontraba el pórtico, propiamente dicho, que daba acceso a la nave central de la Iglesia en su parte central y con dos entradas a las naves laterales.
De los pórticos menores, el de la derecha, sin tímpano, tiene el infierno como tema, con representaciones del castigo de los condenados en las arquivoltas. El de la puerta de la izquierda, tiene adornos vegetales, insensibles, inconscientes, lo que ha hecho pensar que se trate de una posible representación del limbo, purgatorio o del paraíso antes del pecado original.
El pórtico central es llamado Pórtico de la Gloria, debido precisamente a su tema, la Gloria, el Paraíso. En el tímpano, la gigantesca figura de Cristo Rey y Juez [de más de 5 m], pero con las llagas de la pasión, es decir, ya aparece humanizado. Se encuentra rodeado de los cuatro evangelistas[3] con sus símbolos y varios ángeles. En la arquivolta los veinticuatro ancianos del Apocalipsis. En el parteluz la figura del Apóstol Santiago, de aspecto bondadoso y vestido con los atributos de peregrino, descalzo y con el bastón de caminante. Humilde, excusa su posición central con un texto que dice: "Dominus missit me" [El señor me ha enviado]. En las columnas laterales aparecen figuras de apóstoles y profetas. En las basas de las columnas un mundo de seres monstruosos.
Como características propias del maestro Mateo, se suelen resaltar el clasicismo casi fidíaco que refleja el tratamiento de los ropajes y de la anatomía que se descubre por debajo de los mismos. Paños de extraordinaria blandura, que caen en espesos pliegues de grandes curvas y que, como decimos, acusan las formas corporales. El modelado suave de las cabezas a las que dota de una expresión de beatífica serenidad en el rostro. El modelado de cabellos y barbas a finos mechones, ondulados con surcos continuos y bucles cónicos o en forma de caracol al final. Vemos a las figuras de los apóstoles y profetas en una especie de conversación, estableciendo un sentido de la comunicación, que pone fin al hermetismo y aislamiento de la escultura en períodos anteriores del románico [esto podríamos relacionarlo con el apostolado de la Cámara de la Catedral de Oviedo]. En este sentido de alejamiento del románico y búsqueda de un naturalismo, casi gótico, cabe destacar el creciente volumen de las figuras que aparecen prácticamente despegadas de las columnas; la posición normal de los pies, olvidando la rígida adaptación al marco; la sonrisa de algunos rostros que parece anticiparse a las que aparecerán en el gótico, por ejemplo en Reims; la vivacidad expresiva de sus figuras, su naturalismo, incluso el carácter popular de sus obras, que no es sino un acercamiento de los personajes sagrados al plano de lo humano, tendencia que culminaría en el gótico, y que parece deberse a un cambio de mentalidad propio del contexto social e histórico, con una numerosa clase burguesa en el Santiago de entonces.
La obra del maestro Mateo tuvo una influencia notable, en Galicia y otras partes de la España cristiana, como la puerta del Paraíso de la catedral de Orense, algunas figuras de la catedral de Lugo, como un Cristo bendiciendo, el friso de la portada de la Iglesia de Carrión de los Condes (Palencia) e incluso las esculturas de S. Vicente de Ávila, donde se mantiene la polémica sobre su influencia.
Hasta aquí se ha hecho referencia exclusivamente a la escultura monumental al servicio de la arquitectura, que, sin duda, es la más importante. No obstante, como ya se indicó, existen también numerosos objetos de madera y marfil, así como orfebrería, destinados al culto. De entre ellos destacan los crucifijos, que en España reciben el nombre de Majestades, sencillos o muy trabajados, ofrecen una imagen de Cristo esquematizada, hierática[4] y frecuentemente con sudario cubriendo los muslos. En marfil contamos con el crucifijo de San Isidoro de León, con los cuatro clavos y expresión solemne. En madera el grupo del Descendimiento de S. Juan de las Abadesas, supone uno de los conjuntos más dramáticos de la Edad Media, es ya de finales del s. XII, con algún rasgo gótico. También es muy notable la Majestad del Batlló, hoy en el museo de Barcelona, que conserva su policromía de origen bizantino. En cuanto a las Vírgenes destacan la de Montserrat, la de Nájera y la del Sagrario de Toledo, todas ellas en madera. En piedra se conserva la de Solsona (Lérida).


[1] [Mandorla: Aureola en forma de óvalo que en el arte medieval rodeaba algunas imágenes religiosas]
[2] [Pentecostés: del griego, pentekostós, quincuagésimo / Fiesta que los judíos celebran cincuenta días después de la Pascua del Cordero en memoria de la ley que Dios les dio en el monte Sinaí / Festividad de la Venida del Espíritu Santo, que celebra la Iglesia el domingo, quincuagésimo día que sigue al de Pascua de Resurrección, contados ambos]
[3] [Tetramorfos: ”...Se acordó que Mateo, que empezó su narración con la genealogía de Cristo, estuviera representado por la cabeza de un hombre; Marcos, que la inició con la misión de Juan Bautista en el desierto, por un león, animal representativo del mismo; Lucas, que comenzó con la historia de Zacarías, por un buey sacrificado; y Juan, cuyo Evangelio se elevó a lo más alto de la especulación teológica, por un águila.
[4] [Hieratismo: del griego hierós, sagrado. / Relativo a las cosas sagradas o a los sacerdotes. / Escultura o pintura que reproduce formas tradicionales.]

LA PINTURA ROMÁNICA.
4.1. CARACTERÍSTICAS GENERALES
Con el mismo entusiasmo con que los artistas románicos de los siglos XI y XII ilustran con relieves los argumentos bíblicos, se sirven también de la pintura para cubrir muros, bóvedas y ábsides con expresivos dibujos, cuyas raíces están en los mosaicos bizantinos y miniaturas de los códices mozárabes. Características principales desde el punto de vista técnico-formal tenemos, líneas gruesas, que marcan las siluetas, negras o de color rojo oscuro, que separan claramente cada superficie cromática, subrayando así su valor decorativo; colores planos, puros, sin mezcla, que producen violentos contrastes y, por tanto, composiciones sencillas, de forma que su contenido pueda percibirse y comprenderse fácilmente; modelado sumario y convencional de origen bizantino, que consiguen mediante el sombreado por medio de líneas paralelas y en el rostro con manchas rojas redondas en mejillas, frente y barba; fondos lisos, normalmente divididos en amplias zonas. En ocasiones aparece alguna rama de árbol o fragmento arquitectónico, para sugerir la idea de paisaje o escenario arquitectónico. Son generalmente pinturas al fresco, en las que los colores se extienden sobre una capa fresca de cal [o estuco] que cubría el muro; también se utiliza el mosaico, con más frecuencia en las zonas de mayor influencia bizantina.
Conceptual y antinaturalista, plasma vivencias religiosas en un tono narrativo, sin dramatismo y cuida más el efecto que la elegancia de las formas, abandonando los cánones o las tradiciones del arte clásico. Se desarrollan los mismos temas que en arquitectura, siguiendo un esquema predeterminado en su distribución en el interior del templo. La capilla mayor es el lugar más destacado, por lo que en su cubierta de cuarto de esfera se coloca el Pantocrátor con la mandorla, rodeado por los evangelistas o sus símbolos, o la Virgen con el Niño. El muro inferior cilíndrico, se decora con figuras de profetas o santos, derechos, de frente y simétricamente dispuestos. Los muros laterales se suelen decorar con historias subdivididas en cuadros, esquema de composición de origen bizantino. Dada la amplitud del tema, se hará una breve referencia tan sólo a la pintura románica española, en la que al igual que en escultura se pueden diferenciar dos escuelas: la catalana y la castellano-leonesa.
4.2. LA PINTURA ROMÁNICA CATALANA
El carácter simbólico del estilo se manifiesta plenamente en las iglesias románicas catalanas que contaban con una serie de pinturas trasladadas hoy al museo de Barcelona, convertido en uno de los centros más interesantes para el estudio de la pintura medieval. La técnica empleada por los pintores catalanes es algo más complicada que la del resto de contemporáneos. Realizan un primer trabajo al fresco, pero retocan y amplían la gama de colores con temple, una solución grasa para mantener el brillo y la calidad del color.
Esta pintura alcanza una de sus máximas cotas en las pinturas de las iglesias del Valle del Bohí, San Clemente y Santa María de Tahull. Es en el ábside de San Clemente donde culmina la pintura románica y más concretamente en el rostro de Cristo, representado en majestad, con mandorla sostenida por ángeles con los símbolos de los evangelistas. Su figura frontal y fuertemente estilizada y estática es de gran vigor expresivo, como puede apreciarse sobre todo en los ojos, en los que los trazos que los rodean acusan la fuerza expresiva. En la parte inferior se hallan la Virgen y los apóstoles separados por columnas que sostienen arcos de medio punto. En Santa María de Tahull, de calidad inferior, por lo que se considera de otro artista, el ábside lo ocupa una imagen de la Virgen con el Niño. Adorado por los Reyes Magos. En las figuras de los Reyes no se aprecian diferencia de razas, como sucederá hasta el s. XV.
4.3. LA PINTURA ROMÁNICA CASTELLANO-LEONESA
En Castilla el artista demuestra una mayor libertad en cuanto a temas y composición. Destaca lo narrativo y la observación de la realidad, que plasma, aunque de forma convencional, en leves toques de paisaje. Pierde la terrible grandeza de Tahull, pero gana en frescura e ingenuidad, cualidades que toma de las miniaturas mozárabes.
Esta influencia mozárabe, se deja sentir claramente en la disposición de las pinturas de S. Baudelio de Berlanga (Soria),  vendidas en parte, y otras distribuidas en los museos de Boston y del Prado. Sus muros están distribuidos en dos zonas, la superior con escenas de la vida de Jesús y la inferior, la más original, representan escenas de caza.
La más bella colección de frescos románicos españoles decora la cripta de S. Isidoro de León o Panteón de los Reyes, obra avanzada de la segunda mitad del s. XII. Las pinturas cubren parte de los muros, los intradoses de los arcos y las bóvedas de aristas, adaptándose perfectamente al complejo marco arquitectónico. Diferentes escenas se desarrollan en las seis bóvedas. La más conocida es la Anunciación a los pastores, en la que un ángel, que ocupa una de las aristas de la bóveda, hace el anuncio a los pastores, sorprendidos en diversas actividades. Los grupos se reparten en cuatro sentidos, llenando el espacio cuadrangular de la bóveda, cuya curvatura aprovecha el autor para crear una cierta impresión de lejanía. Los intradoses de los arcos están decorados con temas vegetales. Y en uno de ellos se representan los meses del año, con figuras que realizan las faenas agrícolas típicas de cada una de las estaciones. Surge así, un arte vivo, lleno de candor, constituyendo una de las creaciones más singulares de toda la pintura románica, tanto por la calidad y belleza de su composición, como por el sentido poético con que el pintor ha sabido plasmar cada una de sus escenas.